Al mar hay que tratarlo con respeto

“Son tres las personas que han muerto en la playa en este mes de enero. Y esta es la historia que se repite cada verano…”.
Para decidir sobre qué tema iba a hablar en mi columna de hoy, leía noticias sobre distintos accidentes vehiculares, un camión que se hundió en El Agustino, las extorsiones que continúan, colegios con estructuras por colapsar y las altas temperaturas que llegan con el verano. Ya había decidido hablar sobre cómo nos da miedo vivir en la ciudad e iba a referirme a los últimos asesinatos cometidos y las cifras altísimas de inseguridad que, nuevamente, se revelaron en nuestra encuesta anual Lima Cómo Vamos.
Sin embargo, hubo una nota que me llamó la atención: la de los 443 bañistas que han sido rescatados por equipos de salvataje en las playas de la capital. Además, son tres las personas que han muerto en la playa en este mes de enero. Y esta es la historia que se repite cada verano, y creo que es importante conversar sobre los riesgos del mar y saber cuidarnos y protegernos cuando lo que queremos es seguir disfrutando de días de sol, arena y mar.
Debo decir que esta noticia me resultó tan importante, pues en estos días tuve la oportunidad de conversar con una amiga querida, quien me contó cómo su familia pasó un susto grande un día de playa. Conversando con ella pude reflexionar sobre cómo, cuando uno tiene niños pequeños, siempre hay alguien constantemente pendiente de ellos si están cerca de la orilla o en una piscina. Claro, el riesgo de que se ahoguen es grande y, por eso, los adultos van haciendo turnos para monitorear a los pequeños a su alrededor.
Pero, conforme los niños crecen y se hacen adolescentes, poco nos fijamos en qué tan seguros estamos en el mar. He recordado una ocasión en la que yo tendría unos 15 años y unas jovencitas desconocidas irrumpieron en la casa de playa (en Punta Negra) de unos amigos de mi familia. Entraron corriendo y gritando, pedían ayuda, pues su amigo se estaba ahogando. Recuerdo el alboroto, los gritos, la gente corriendo para llevar unas cuerdas al mar y hacer cadena humana. También recuerdo cuando el alboroto se apaciguó y los gritos dejaron de escucharse; ya no había rastros de su compañero y la gente ahí en la playa se quedó quieta sin nada que pueda hacer.
Es así que quiero hacer un llamado al cuidado colectivo para que, cuando vayamos a la playa, todos estemos pendientes de cuidarnos, volviendo a hacer turnos cuando nos toque entrar al mar, evitando ingresar al agua si el mar está muy movido o si es una playa que no conocemos y no tenemos nadie cerca que conozca dicho mar. Seguro algunos pensarán que estoy siendo exagerada y yo misma me pregunto si es que he perdido la valentía o despreocupación que me acompañaba antes, pero la verdad es que no me importa. Mi consejo es que, si van a la playa, conversen sobre cómo cuidarse entre todos al ingresar al mar.