Repasaba ayer las portadas de los periódicos limeños y me topé con dos que llamaron mi atención por la hilación que tienen una con la otra respecto de lo que está pasando en el país y lo que podría venirse después de las elecciones de 2026 cuando tengamos una nueva gestión gubernamental: “Solo tiene 3.7 de respaldo, según CIT; Aprobación de Boluarte sigue en caída libre” y “Si mañana fuesen las elecciones, cuatro potenciales candidatos (Keiko 12%, Antauro 8%, Carlos Álvarez 4% y Francisco Sagasti 4%) compartirían los primeros lugares; A 18 meses así van”.
Es decir que, si se mantiene la tendencia y no hay un rush final con mayor empatía ciudadana, la actual mandataria se iría bordeando la animadversión general de la población y el cambio de posta con cualquiera de los eventuales postulantes despierta un signo de interrogación inmenso porque ya conocemos de qué pie cojea la lideresa de Fuerza Popular, el extremismo del autor del “Andahuaylazo”, el desesperante conservadurismo del expresidente “morado” y no más que la colorimetría humorística y contestaria del excelente imitador.
Es válida, entonces, la preocupación de otro grueso de la gente cuando advierte: “Si sale Dina, ¿a quién ponemos?”, en el entendido de que o bien tenemos más de lo mismo como propuestas electorales y lo relativamente nuevo es, por ejemplo, un Carlos Álvarez que tendría que trabajar primero en lograr que sus discursos desde el balcón de las redes sociales sean tomados en serio en el terreno arenoso de la vida nacional, donde además de la crítica fuerte se impone la exposición de una solución contundente a los problemas que tienen en jaque mate a nuestra Patria.
Los peruanos sienten y las encuestadoras certifican que quien vislumbre ganarle el partido a la criminalidad se abre camino hacia la gran posibilidad de llegar a Palacio de Gobierno. Luego está la corrupción, a la que también es urgente bajarle el copete. La gran cortapisa factual es la política de la negación; no pasa nada, somos lo máximo, todo está fríamente calculado. Y así no juega Perú. No existe táctica más peligrosa que negarse a reconocer la realidad.